jueves, 29 de mayo de 2014

Felicidad.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Sobre la confianza.

  Imagina por un momento a dos personas, ve haciéndoles un hueco en tu cabeza , en un principio simples, un circulo cada una. Al relacionarse todo es perfecto, en su plenitud, no hay problemas posibles, no pueden chocar o hacerse daño.
 Pero sabemos que las personas no son tan simples , convirtamos el circulo en una rueda dentada  siendo cada diente de esta rueda una de las caras de esta persona su relación por lo tanto siendo los dientes iguales  y sin circunstancias que las alteren debe de ser casi perfecta, solo pueden no coincidir en el tiempo, un mínimo reajuste y todo va bien , para siempre.

     Pero la rueda no tiene todos los dientes iguales, de hecho ni siquiera todas las ruedas son del mismo tamaño, aquí  si que tenemos un problema, dos personas en su relación con dificultad van a coincidir, la coincidencia se puede buscar por al fuerza, las  ruedas diferentes se subyugan a los movimientos de la rueda más fuerte , y  a lo largo de la historia en la mayoría de casos a seguido siendo así, pero cada vez la relación de fuerza a ido siendo más complicada, y podemos llegar a un punto en el que la relación de fuerza y ruedas subyugadas se rompe, se pierde, se pretende rota.

     Y nos toca sobrevivir, lo que es peor, nos toca ser felices.   Como hacer coincidir dos ruedas, imperfectas, movidas por unas circunstancias diferentes, las caras se mueven y los dientes no encajan, ¿Qué hacemos? Por lo general , se sigue produciendo la relación de fuerza y subyugación , pero sin aparentarlo , les metemos cojincillos por en medio, y las ruedas ya encajan, pero no con la misma fluidez, perdemos la intensidad.

     ¿Qué hacer con ello?  Por lo general vivimos buscando esa rueda que encaje, y en algún momento cansados de buscar  nos conformamos con esa rueda que casi encaja , o que no encaja pero nos hacemos creer que si, total la llenamos de cojincillos y ya no duele, no hasta que se cae algún cojín, una discusión , una pelea, y se mete el cojín  y todo vuelve a ser felicidad.  ¿De verdad?


    
En los cojines están los problemas y quizás las soluciones, la verdadera felicidad esta en la ausencia de esos cojines , eso creo yo, pero claro el metal cuando pega duele, y mucho , hasta lo más profundo.


    
Puedes perder la inocencia, pero si buscas la verdadera felicidad, la intensidad,  no puedes perder la confianza aunque sabes que en algún momento si no coinciden las ruedas (y lo peor es que las ruedas pueden coincidir y lo que falle sea el contexto, la situación, el momento)  el golpe puede  ser duro, brutal, sin miedo sin avisar  todo se rompe y algo, desde muy adentro, se resquebraja, se hace añicos, se quiebra y sufres. 




    
Y ahora que sufres ¿Qué haces? ¿Vuelves a poner los cojines? ¿Apechugas y a seguir?

martes, 27 de mayo de 2014

La sombra.






 
     Fue entonces cuando oyó la cerradura girar con un casi imperceptible sonido metálico, una tenue luz empieza a colarse por la rendija que va dejando la puerta al abrirse, una sombra la cruza y enseguida la rendija empieza a disminuir hasta desaparecer.  Unos pasos suaves cada vez más cerca de la cama, sus ojos vuelven a acostumbrarse a la oscuridad y entonces lo vio.  Su cara serena ya le había perdón por despertarla antes aún de que sus labios emitieran ningún sonido.


     Él se acerco, y los labios de ambos se unieron con suavidad de forma tan delicada que al separarse ella no estaba segura de si la había llegado a tocar,  lo vio quitarse la camiseta y acostarse a su lado mientras la miraba con ternura e inocencia, como si jamás hubieran roto un plato.


      Y en momentos como ese de verdad creía que jamás había roto un plato, no importaba que hubieran discutido unas horas antes, que el se hubiera ido enfadado y ella le hubiera chillado, no importaba que en el tiempo que estuvo fuera se hubiera estado planteado dejarlo, era en momentos como ese en los que se daba cuenta de que por más que no quisiera, ya se había enamorado de él.

lunes, 26 de mayo de 2014

El espejo.

     La habitación era enorme. Su único mobiliario una cama que apenas levanta unos centímetros del suelo, y un enorme espejo que ocupa toda la pared de enfrente.

     El único rasgo que personaliza la habitación son las fotos pegadas directamente a la pared. Todas son de un tiempo pasado en el que ella aún no estaba.


     Pasaba allí muchas noches, pero aun no era capaz de encontrar algún rastro propio de que había estado allí, salvo la ropa dejada en el suelo unas horas atrás.


     Una vez más se había levantado sola, se preguntaba por su ausencia, por más que fuese habitual y no le extrañase, no la comprendía. ¿Dónde saldría por las noches? Para ella el ere un sujeto peculiar, y esto era buena parte de su atractivo, pero al encontrarse sola no podía dejar de preguntarse si no se equivocaba al estar allí.


     Entonces lo vio el pelo castaño y largo, que le acaricia los hombros y le llega a la altura de los pechos,  delicados y bonitos abrazados tras las rodillas y un vientre casi plano, un poco arrugado en esa postura. Pero nada de esto importaba, porque era casi imposible dejar de mirar los enormes ojos castaños, curiosos, inquietos, que no paran de buscar siempre algo más.  Eran sus ojos, su cuerpo, reflejados en el gran espejo.


     En el fondo se gustaba, aunque esos ojos la turbaban , parecían buscar demasiado, demasiado hondo, con demasiado ahínco e intensidad, y sobretodo demasiado profundo donde están todos esos recuerdos olvidados en su interior tras una puerta sin llave y muchas capas de frío olvido.


     Por ello odia los espejos , tiene pánico de que algún día su reflejo se vea demasiado dentro en su interior y la obligue a romper su pacto de no recordar jamás.

Miedo a la hoja en blanco.



     La primera página, su terror. La necesidad de rellenarla, la primera página en blanco es posiblemente mi mayor escollo a la hora de escribir. Por ello es que relleno esta página con el miedo que siento al encontrarla en blanco. 


     Una vez escritas las primeras palabras, reflejado el comienzo de unos pensamientos, este terror se suaviza, el pensamiento comienza a fluir hacia alguna parte, quizás a donde nos conduzca no sea mejor que el silencio de la página en blanco, pero ya habremos comenzado a recorrer el camino, nos habremos dirigido a algún lado, y abierto las puertas a innumerables caminos nuevos.


     Puede que todo esto no sean más que supersticiones provocadas por el miedo a no ser capaz de escribir nada mejor que la hoja en blanco, que todo el esfuerzo no sea solo vano sino contraproducente, pues la hoja en blanco contiene muchas esperanzas de lo que puede llegar a albergar, una vez escribes ya la has dejado marcada, para bien o para mal.


     De cualquier de las formas esta vez el miedo inicial ya ha sido superado. ¡Brindis por el miedo!