lunes, 26 de mayo de 2014

El espejo.

     La habitación era enorme. Su único mobiliario una cama que apenas levanta unos centímetros del suelo, y un enorme espejo que ocupa toda la pared de enfrente.

     El único rasgo que personaliza la habitación son las fotos pegadas directamente a la pared. Todas son de un tiempo pasado en el que ella aún no estaba.


     Pasaba allí muchas noches, pero aun no era capaz de encontrar algún rastro propio de que había estado allí, salvo la ropa dejada en el suelo unas horas atrás.


     Una vez más se había levantado sola, se preguntaba por su ausencia, por más que fuese habitual y no le extrañase, no la comprendía. ¿Dónde saldría por las noches? Para ella el ere un sujeto peculiar, y esto era buena parte de su atractivo, pero al encontrarse sola no podía dejar de preguntarse si no se equivocaba al estar allí.


     Entonces lo vio el pelo castaño y largo, que le acaricia los hombros y le llega a la altura de los pechos,  delicados y bonitos abrazados tras las rodillas y un vientre casi plano, un poco arrugado en esa postura. Pero nada de esto importaba, porque era casi imposible dejar de mirar los enormes ojos castaños, curiosos, inquietos, que no paran de buscar siempre algo más.  Eran sus ojos, su cuerpo, reflejados en el gran espejo.


     En el fondo se gustaba, aunque esos ojos la turbaban , parecían buscar demasiado, demasiado hondo, con demasiado ahínco e intensidad, y sobretodo demasiado profundo donde están todos esos recuerdos olvidados en su interior tras una puerta sin llave y muchas capas de frío olvido.


     Por ello odia los espejos , tiene pánico de que algún día su reflejo se vea demasiado dentro en su interior y la obligue a romper su pacto de no recordar jamás.

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